Coraza; o de las huellas sobre las superficies
El significante del mito se presenta en forma ambigua:
es, a la vez, sentido y forma, lleno de un lado, vacío del otro
Roland Barthes
Coraza — la exposición que resultó de la residencia de la venezolana Lucía Pizzani en Fundación Marso— es, ante todo, una serie de mitos plasmados sobre materia. La muestra articula los intereses de la artista a lo largo de su trayectoria y, los sitúa a lado de narrativas mexicanas, pues recurre a dioses prehispánicos, leyendas cosmogónicas y materiales originarios para explorar temas como la transformación, el cuerpo, la naturaleza y el devenir.
Pizzani retoma la idea de la coraza ya que sus esculturas o cerámicas funcionan como una especie de cubierta o caparazón sobre la cual plasmar narrativas. Pero ahí donde la artista piensa en estructuras rígidas, también piensa en la impronta como forma de incidir en la aparente dureza de los elementos. Sus piezas contienen una serie de rastros hechos con objetos frágiles y perecederos —pero cargados de significado—, que van entretejiendo uno a uno diversos relatos.
Una de las historias que Pizzani aborda, es aquella del origen del hombre desde la cosmogonía prehispánica. En su serie Coraza realiza una serie de improntas de mazorcas sobre barro; una cita directa a la leyenda de la creación en la cual los dioses realizaron primero un hombre de lodo y luego un hombre de maíz y lo modelaron a su imagen y semejanza. La pieza entiende el maíz y el barro como elementos simbólicos y los utiliza para regresar a la idea del cuerpo, y con ello, a las configuraciones ideológicas y culturales que los conforman. Sin embargo, Lucía también los dota de un carácter moldeable y les otorga un poder de transformación, pues los materiales que parecieran ser una especie de protección, también son frágiles y perecederos; sujetos a encontrar nuevos asideros mitológicos y cambiar sus formas.
Sus máscaras tituladas Hach Winik 1, 2 y 3 retoman el mito lacandón en donde el dios Hachäkyum y su esposa crearon al hombre con barro y le agregaron el onen (alma, espíritu o corazón) y el cual quiere decir ‘verdadera gente’. El guiño de Lucía de nombrar como verdadera gente a sus máscaras de barro oaxaqueño es un acto prosopopéyico que las llena de sentido y de fragilidad: un ser inanimado pero con vida.
Además, Pizzani recurre a la idea de la serpiente y del dios Xipe Totec como símbolos de deidad, vida, muerte y metamorfosis; representan la renovación, el desprendimiento y la regeneración de la naturaleza. En Sierpe, se enfoca en la capacidad de la serpiente de transmutar su piel generando una especie de palimpsesto en el que se reúnen y se cancelan pieles poniéndose unas sobre otras.
Coraza es una serie de ensayos y experimentaciones con la materia, que dan cuenta tanto de nuestras fragilidades como de nuestras imposiciones. A través de sus formas busca generar múltiples significantes, pues en ellas va dejando huellas con un sentido de infinitud e incompletitud que más allá de ser definitivas, tienen la capacidad de vaciarse y llenarse de significado. Después de todo, en los conceptos míticos no hay ninguna fijeza; pueden hacerse, alterarse o desaparecer, precisamente por estar sujetos a la historia.
Helena Lugo
Fotos: Raul Raya